Hipócritas. Dicen odiar las
injusticias mientras absorben todos los beneficios que el dictador les regala a
cambio de sus votos. Astutos, le llamarían algunos pero NO, yo insisto en que
son hipócritas o ¿acaso saben de dónde sale el dinero con el que pagan esos
beneficios? El ser humano es así; ignora
lo que le conviene porque es más fácil para su conciencia y para su bolsillo.
Desde que nací estuve en contra
de este maldito régimen, aun sabiendo que las personas que me criaban no
pensaban igual. O algunos, por lo menos. “Deberías darles gracias” me decían,
pero a mi algo me olía muy mal. Llámenle instinto o como quieran. Poco a poco
aprendí a morderme la lengua porque a veces es mejor tener paz que ganar todas
las guerras, sin embargo, cada día estaba más segura de lo que siempre había
sabido: esas personas son dictadores y este pueblo está siendo altamente
manipulado. He aportado mi granito de arena cuando he podido: con mi voto y con
mi firma, pero no ha sido suficiente porque la democracia aquí no existe. Es
imposible hacerse escuchar mediante medios civilizados. Es imposible pedirle
justicia a tribunales corruptos, militares comprados y guardias codiciosos.
Hoy en día siento profunda
lástima. Lástima por mí y mi futuro. Lástima por mi familia. Lástima por todos
los que son ciegos ante verdades innegables. Lástima por los que repiten como
loros todo lo que le dicen porque no tienen el valor de armarse una opinión
propia. Lástima por los que son capaces de agredir a sus semejantes por pensar
diferente. Lástima porque la libertad de expresión es un derecho negado
descaradamente.
“¿Qué tal si vas mañana a hacer
cola a ver que consigues? Es tu número de cédula”- Me dijo.
Les juro que conté hasta 10 para
disimular mi fastidio y mi indignación. No es que mire a nadie por debajo del
hombro, supongo que las personas que hacen esas colas infinitas y son capaces
de pelear tal cual animales salvajes por comida es porque tienen una necesidad
del tamaño del planeta en su casa. Pero en mi casa se niegan a renunciar a la
arepa por las mañanas, el pabellón al mediodía y la avena en las noches, sin
embargo, siguen votando por el mismo gobierno que ha hecho un cambio radical en
la gastronomía venezolana. No sé por qué, la verdad, siempre consideré a mi
madre muy inteligente. De mi padrastro se puede esperar cualquier cosa que haga
mi madre, pero mi madre… No sé.
“Si para que la gente abra los
ojos tenemos que morirnos de hambre, que así sea. Si de esta manera tú
entiendes que esto no es normal ni está bien ni va a mejorar, que así sea. Haz
cola tú si quieres, yo voté por el cambio y no voy a ser parte de la misma mierda
de siempre”.
De esa simple manera, por algo
tan normal y común como lo era una diferencia de pensamientos, como cuando a ti
te gusta el negro y a tu hermana el rosa, mi familia decidió molestarse conmigo
el resto del día. Es que yo soy una “desconsiderada” por querer algo mejor para
todos y a mi “no me importa nadie” por negarme a consentir injusticias.
O se acaba esta dictadura, o se
siguen acabando las familias…