martes, 17 de mayo de 2016

Adios.




Estaba sentada esperando en medio de la oscuridad en esa cancha vieja y terrible pero sentía cierto alivio porque no veía a nadie que pudiera delatarme. Sí, dije delatarme. Sí, estaba haciendo algo malo... Al fin llegó el carro y subí a él con mucha dificultad porque odiaba terriblemente ese carro y sé que nadie entendía ese sentimiento mejor que su actual dueño. Tenía tanto tiempo acostumbrada a su moto que cuando la cambió por el carro hice una pataleta terrible, no porque amara las motos, de hecho, sentía un odio por esas maquinas inseguras casi tan fuerte como lo sentía por los maltratadores de animales o los violadores.  La cosa es que la moto de  era algo especial -y no porque fuese bonita, de hecho a lo mejor sí lo era pero no podía apreciar belleza en esas maquinas- sin embargo todas y cada una de sus motos –cambiaba de motos como de ropa- habían sido testigos de nuestros 3 años de romance. Sí, romance, pero no nos desviemos: Eric –así lo vamos a llamar- siempre llegaba en su moto intentando no hacer mucho ruido y mirando para todos lados a ver si alguien podía reconocerlo, sospechar y delatarnos, yo siempre iba muy ansiosa con suéteres oscuros como un intento fallido de camuflajearme que aprendí en películas estúpidas. Él sabía lo que yo intentaba pero nunca me hizo ningún comentario ni me siguió el juego porque sabía que era ridículo y al contrario de mí el iba muy colorido, me miraba sin hacer ningún gesto porque estaba muy tenso -más adelante explicaré por qué- y yo subía, me abrazaba a él para irnos. En ese justo y preciso momento Eric se relajaba e iba contando chistes mientras yo disfrutaba fantaseando que quizá alguien podía vernos por ahí, riendo en medio de la noche y por esa vía que es donde se encuentran muchos hoteles.
Con el carro todo era muy distinto porque Eric llega siempre con los vidrios arriba, yo me subo y ya, no hay gran misterio y sigue existiendo el peligro de que reconozcan el carro pero la adrenalina no es igual y se supone que cuando tienes un juju con alguien que es absoluta y completamente prohibido lo que más deseas es que exista mucha adrenalina en la relación. La única ventaja es que desde que me montaba en el carro Eric sonreía y me mimaba, me abrazaba y  yo sentía la típica sensación de todos los enamorados de que desaparecía el mundo porque es que los enamorados son así: siempre putean las cosas y cuando uno se ve metido en ese paquete no sabe ser creativo sino que al contrario, todo es cliché y bueno no hay que ser un genio para darse cuenta de que yo odio los clichés.
Entramos al hotel de siempre y nos pusieron una habitación en la que ya habíamos estado antes, no le di tiempo ni de decirlo porque me abalancé sobre él desde la puerta, tanto así que apenas pudo cerrarla.  Me levantó y me sentó en la ventana porque eso sí, yo lo había vuelto un muchacho bastante amoroso (con mucho esfuerzo, claro) pero él era más de follar como bestias, como estrellas porno y a mí eso me encantaba. No paraba de besarme primero en la boca, luego en el cuello y luego bajando. Mi calor corporal subía y le levanté la camisa primero con dulzura, luego con prisa y por último se la arranqué. Él me imitó. Ahí, yo sentada en la ventana del hotel sin camisa. Me bajé solo para dejar caer mi falda y desabrochar su pantalón.
 
 
Él quedó estupefacto porque básicamente nunca lo había dejado verme con tanta claridad, siempre lo hacíamos en medio de la oscuridad no sé si porque yo sentía culpa o por que siempre había sido muy insegura. Su mirada bajo lentamente y volvió a subir, yo le encantaba de pies a cabeza, desde el primer instante en que me vio y  lo sabía. Me volvió a cargar pero esta vez para dejarme sobre la cama y me susurró "Me encantas. Tenía muchas ganas de verte así y de verte de nuevo", inmediatamente empezó a buscar cómo desabrochar mi sostén, se le hizo fácil porque Eric es un mujeriego de primera y un Dios en el sexo, claro...Yo no dejaba de devorarlo a besos primero porque me encantaba, segundo porque sabía que era algo más que deseo. Había mucho deseo, por supuesto. Pero desde hace seis meses me estaba enamorando de él. Primero poco a poco entre risas y besos inocentes, luego de golpe entre sabanas sudadas y de repente irremediablemente lo extrañaba todos los días.
 Lo miraba fijo mientras lo besaba por todo el cuello y ahí empezamos a hacerlo de  verdad, porque una cosa era Eric cuando se disponía a calentar-me, básicamente-...y otra cosa era Eric una vez que estaba adentro de mi. No sé cómo explicarlo, era una especie de dolor terrible que generaba un cosquilleo desde mis pies hasta mi cuello. Y aunque él trataba de no hacerme daño y de besarme lo más que podía para distraerme sobre el dolor, era imposible. Siempre dolía, a veces más y a veces menos pero nunca podía desligar el dolor de estar con él. No es que me maltrataba ni me sometía a torturas, que tampoco es Christian Grey –lástima, por supuesto-pero sí era un admirador claro y seguro del estilo rudo porque mientras más duro lo hacía, más gemía yo y más le gustaba a él.
Eric es corpulento, dentro de estos 3 años ha subido algo de peso, nada demasiado grave pero sí ha cambiado bastante. No es alto pero tiene un moreno perfecto y extraño que me desconcierta mucho, aunque no más que sus labios. Es atractivo sí. Y estaba muy bien dotado también, aunque eso no debe intuirlo todo el mundo. Una vez Eric entra dentro de mi sus ojos cambian completamente. Se encienden. Pasan de estar brillosos con ternura a estar incendiándose, como si le quemara algo por dentro y no pudiera evitar transformarse. A mí también me quemaba algo por dentro, no se crean. Eric tenía ese poder sobre mí: me hacía sumisa y obediente porque estar en sus manos y bajo su control me gustaba demasiado como para sacar mi terca personalidad.
Empezábamos en la cama, luego encima de la mesa de noche, luego en la pared y terminábamos de nuevo en la cama. Volvíamos trizas todo lo que encontrábamos a nuestro paso porque no nos cortábamos para nada, ni siquiera en los sonidos. Estoy segura que las personas de las otras habitaciones seguían atentos todas nuestras posiciones: empezaba el ruido de la cabecera de la cama contra la pared, luego mis gritos cuando me tomaba del cabello porque se emocionaba demasiado, después los golpes de mi espalda  y de la mesa de noche contra la misma pared que golpeaba la cabecera y por último mis manos arañando las paredes para no desmoronarme ni volver a gritar de dolor. Cuando volvíamos de nuevo a la cama él poco a poco se iba transformando en el Eric de siempre, lo notaba en sus ojos y en su cuerpo. 
Ese día, luego de que terminara vi como desaparecían aquellas ganas de hacerme gritar y volvía a ser como siempre. Me besó en la frente, estaba muy sudado y yo también. Me sonrojé y me sonrojé muchísimo porque me había encantado aquel beso. Me dio otro en la boca y nos abrazamos. Yo interrumpí el momento para acomodar el desorden, darme una pequeña ducha y luego sí acostarme tranquilamente a disfrutar de sus brazos. Lo hice todo muy lento porque pensaba mucho en todo lo que estaba sintiendo. TODOS hayamos tenido amantes o no, sabemos que enamorarse del amante es un pésimo negocio emocional. Te montas en una montaña rusa una y otra vez hasta quedar lo suficiente mareado como para cometer una estupidez.
Volví a la cama, temblorosa no sé si por el sexo o por mis pensamientos pero temblaba. Me acosté a su lado de nuevo y lo abracé. Cuando yo lo conocí él era bastante guapo, fue la primera persona que vi cuando estaban descargando toda la mudanza en esa maldita casa y en ese maldito pueblo que yo odiaba por ser tan distinto a la ciudad en que crecí. Él estaba sin camisa y podía ver sus abdominales y tenía unos labios que te hacían suspirar...Era demasiado sexy, DEMASIADO, y yo le gusté desde el principio porque se le notó pero luego abrió la boca y se le acabó el encanto. Así de sencillo. Era atorrante, egocéntrico e inmaduro y yo por supuesto sabía bien que no quería eso para mi vida. Nos veíamos muy seguido pues vivía cerca de mí pero no nos soportábamos, nos gustábamos pero no nos soportábamos. Y yo empecé a salir con otro. Y luego con otro. Y luego con otro. Pero con ninguno tuve nada más allá de unos besos porque hace tres años yo había tenido relaciones sexuales apenas dos veces en mi vida y ya había pasado bastante tiempo de aquellas relaciones. Lo cierto, es que por más que intentaba desligarme de él, no podía; nuestro círculo social nos unía demasiado y en medio del alcohol  nos dejaban solos. O intentábamos estar solos. No lo sé pero eso de que “del odio al amor hay solo un paso” es muy cierto. Una noche estaba lo suficientemente borracha para dejarme llevar ¿Y SABEN QUÉ? fue horrible. Tengan en cuenta que era casi virgen y que del dolor tan fuerte que sentí (a pesar de que él lo hacía con bastante delicadeza porque en medio de todo él sí me quería, bastante) ese día sentí que me reventaba por dentro. Pasaron los días, hablamos de lo ocurrido y lo intentamos esta vez más sobrio pero no funcionó porque aunque el dolor había sido más soportable no me gustaba y ya está.
Empecé a salir con un amigo de él (que yo no sabía que eran amigos) y al cabo de unos meses ellos empezaron a pasar mucho tiempo juntos. Yo lo odiaba. Lo detestaba. Me parecía súper hipócrita cuando los veía juntos, aunque nunca me delató, sé que pensó en hacerlo. Pasó un año y pelee con mi novio, así que lo llamé a él en medio de la noche. Bastante tarde, por cierto. Él intuía que estaba mal pero no iba a dejar pasar esa oportunidad, por supuesto que no. Lo hicimos otra vez pero esta vez Eric era inmune a mí. Aquel sentimiento que alguna vez sintió había desaparecido por completo –porque ya tenía novia y porque ya me había visto con su amigo, supongo- . Pasó otro año y yo empecé a tener muchos problemas con mi novio, estábamos y no estábamos, todos aseguraban que lo íbamos a dejar (efectivamente era así). Eric me escribió e insistió en que quería que eso volviera pasar y así fue. Pasaron otros 6 meses y empecé a verlo cada 3 meses y luego cada 2 meses y luego cada 1 mes y actualmente cada 2 semanas. 
Imagen de love and couple
En la actualidad Eric sigue siendo muy amigo de mi ex novio y mi ex novio le tiene prohibido a todos sus amigos que tengan algún tipo de confianza conmigo más allá de un frio “hola”. Código entre hombres. O es un niño inmaduro, aun. Lo cierto es que eso no le ha impedido ver que Eric no le ha hecho mucho caso. Sospecha y mucho pero aun así se hablan, porque nada se ha confirmado. No hay pruebas que nos incriminen más que nuestras miradas. Por otro lado, Eric tiene una novia y es la misma que sacó de su vida aquellas fantasías que solía tener él conmigo, por supuesto no lo hizo muy bien pero es que tomando en cuenta que Eric tenía un vinculo muy fuerte conmigo por haberme casi vuelto a romper el himen -literal porque sangré ese día que estuvimos por primera vez- la muchacha había hecho un buen esfuerzo. Ella nunca me molestó pero estoy segura de que yo a ella sí. No es gran cosa tampoco ni se parece a mí en lo absoluto. Es bajita, tiene el cuerpo sin una forma definida –no sé cómo explicarlo- y suelen someterla a tal punto que en raras ocasiones se le ve a Eric con ella más que por fotos. Por supuesto que Eric no me da detalles de su relación más que si están juntos o separados y yo tampoco los pido.  
 -¿En qué piensas?
-En nada - Digo y lo beso en la mejilla.
-¿Me puedes mirar a la cara?
-¿Y eso por qué?- No sé ni para qué pregunté, sabía de sobra que él ya sospechaba que lo que él alguna vez sintió por mí, lo estaba sintiendo yo en ese momento. Bueno no, lo mismo no era porque él se había hecho una ilusión sin base, en cambio yo ya lo conocía y adoraba su manera de ser. - No, que se me nota la cara de tonta.
-Recuerdas que alguna vez te dije que cuando sintiera algo por ti no te iba a decir nada porque tú tenías tu vida muy tranquila y yo no quisiera estorbar- Me dijo mientras me abrazaba más fuerte- Al fin y al cabo, no quise nunca molestarte ni complicar las cosas, por eso cuido tanto eso de borrar nuestros mensajes y que nadie nos vea, aunque nos han visto pero son personas sin importancia y tú...
-¿A qué viene esto? -Lo interrumpí y esta vez soltándolo para que se diera cuenta que la conversación no estaba gustándome mucho.
-Que tú me gustas. Y lamento mucho que todo se haya dado así porque los dos sabemos que pudo haber sido pero no fue.
Hasta él me lo decía; no podía ser, era lógico.  Éramos unos traidores que no respetaban la amistad porque eran esclavos del deseo pero aun así teníamos una moral muy cuestionable. Yo sabía de sobra que no le prometería amor nunca porque lo nuestro era intangible y efímero pero era imposible dejar de verlo o dejar de sentir. Aunque pensándolo mejor, dejar de verlo puedo pero dejar de extrañarlo es una historia más distinta y complicada. Tenemos todas las de perder si nos descubren yo sería juzgada terriblemente y él podría perder las únicas dos relaciones medianamente estables que tuvo en su vida: su novia y su amigo.  Cuando estábamos juntos todo era en calma y peleamos par de veces por celos... Lo que yo siento es una imposibilidad para separarme de él pero una imposibilidad para unirme a él así sin más.
-No lo lamentes, no hay nada mejor que estar conscientes de eso.
-¿Tú dices?
-Sí, por supuesto.
-La cosa es que me dieron unos celos terribles el otro día cuando tu ex intentaba hablar contigo. De verdad, Caro, lo único que pude hacer es irme de ahí muerto de rabia.
-Tan muerto tampoco, que yo vi que caminabas muy bien.
-No sé, de verdad Caro, eso me molestó mucho y sé que no tengo razón porque tú…
-¿Yo qué?
-Tú eres tan dura Caro que sé que no te gusta nada eso de que te esté celando. No tengo derechos.
-Mira Eric, a lo mejor no me conoces tanto como crees.
-Pero…. Es que en serio, sí te conozco y no sabía si decirte que te celé porque ibas a molestarte y a cortar todo de raíz. 
 
Tenía razón. Tenía toda la razón, era el momento indicado. Él lo sabía y yo también. No creí que fuese todo casi de mutuo acuerdo. Nos enamoramos simultáneamente, coño... Y ya es tiempo de empacar, de guardar los sentimientos que quedaron estancados, de guardar las palabras que nunca se dijeron y los silencios que decían lo que los dos entendíamos. Todo lo que no se dio será para alguien más, de todas formas. El tiempo no perdona ni da una segunda oportunidad.